EL CAMBIO DE DOMICILIO A OTRA CIUDAD O PROVINCIA COMO FORMA DE OBSTACULIZAR LA COMUNICACIÓN PATERNO-FILIAL

15.01.2017 11:18

No todos los padres se desentienden de la vida cotidiana de sus hijos ni de sus obligaciones económicas. 

Por desgracia, no son pocas las veces que son las madres las que impiden que el padre esté presente en la vida de sus hijos.

Son muchos los casos en los que la madre separada SE MUDA CON LOS HIJOS MENORES a UNA GRAN DISTANCIA (dentro o fuera de la provincia – para salir del país requiere formalmente autorización, pero no para trasladarse dentro del país). De esta forma, en los hechos IMPIDE AL PADRE la comunicación COTIDIANA en el desarrollo de la vida de sus hijos.  A veces, lo hacen para volver al hogar natal; otras veces, porque consiguen un trabajo; otras, porque tienen una pareja que vive en otra ciudad o Provincia, etc.

En general, no se trata de oportunidades laborales únicas, que justifiquen en una medida razonable la necesidad de plantear semejante incordio en la comunicación paterno-filial. Muchas veces, hasta tienen la vivienda familiar, un buen trabajo, auto, amistades, colegio, parientes, etc. (en fin, un centro de vida, un lugar de pertenencia), pero deciden mudarse, acaso para empezar de cero, lejos de su expareja. Algunas avisan; otras ni lo hacen. 

Así, por motivaciones individuales, pretenden modificar el centro de vida del o de los menores, ofreciendo al padre una comunicación en vacaciones de verano e invierno.

No se trata de un cambio menor: el padre perderá el trato cotidiano en el desarrollo de sus hijos (llevarlos al colegio, tenerlos durante la semana, ir a los eventos escolares, ayudarlos a hacer la tarea, acompañarlos al pediatra, etc.), que en el mejor de los casos se verá reemplazado por limitados intercambios por teléfono o Skype, que jamás serán suficientes (y en casos de bebés muy chicos, no sirven en absoluto).

El centro de vida del hijo es una decisión unilateral de la madre conviviente. Y el padre, que puede tener interés legítimo en estar presente en el desarrollo y educación de sus hijos, se ve obligado a reclamar judicialmente, con demoras (y gastos) enormes (e incluso un mayor desgaste de una relación ya agotada entre los padres) y resultados que aunque sean buenos, se parecen mucho a una victoria pírrica. Los casos suelen ser muy complejos, y la jurisprudencia no es del todo buena.

Lo principal debería ser, como siempre se dice, el “interés superior del menor”. Los niños tienen derecho a desarrollarse con ambos padres presentes, siempre que se pueda.